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Monday, December 20, 2010

Top títere.






Ronald Reagan, presidente.

Quizás constituya la más flagrante muestra de vil engaño a los ciudadanos. Cuando Carter se rebeló contra el capitalismo con su frase No es más quien tiene más, Wall Street vio necesario buscar un nuevo presidente. En los 50, el actor que más productos lograba vender con su publicidad era Ronald Reagan. ¿Quién mejor que un actor que convencía a masas para situarlo de marioneta en la Casa Blanca? Don Regan, el mayor pez gordo de Wall Street, sería el presidente en la sombra y ministro de economía. Se redujeron los impuestos a los ricos a la mitad, se desmanteló la industria y se despidieron a miles de obreros para lograr beneficios a corto plazo y destruir a los sindicatos... Se alentó a la gente no a ahorrar sino a vivir de créditos para conseguir esclavizarla al máximo.


Ángel Acebes, ministro del Interior.

La razón de algo tan común como colocar a una persona con pocas dotes intelectuales en un alto cargo, consiste en la certeza de que será posible lograr que esa persona haga lo que se le diga por muy disparatado que esto sea. Sólo alguien como Acebes aceptaría sin rechistar la misión de mentir públicamente a un país entero con el fin de ganar unas elecciones, como ocurrió con el 11-M.



Leire Pajín, ministra de Sanidad.

Su homóloga portuguesa es una médico que cuenta con numerosas ponencias, publicaciones y una larga experiencia, la francesa es doctora en farmacia y miembro destacado de la universidad de Angers, el italiano es profesor de la universidad de Milán, licenciado en medicina e inventor de la tomografía por emisión de positrones... Leire no tiene experiencia laboral, apenas ha terminado la carrera de Sociología, se expresa fatal y suele bostezar y hacer bromas cuando toman la palabra sus compañeros de partido. Pero es una excelente figurante, da colorido, está bien colocada en el mundo socialista por su familia y su condición de mujer hace que cuadren las cuentas en esa absurda paridad impuesta por Zapatero, ignorando que en cada puesto ha de estar el mejor, con independencia de su sexo ¡como si todos los ministros fueran mujeres!


Enrique Cerezo, presidente.

Ante las continuas pañoladas, la familia Gil se vio obligada a colocar un títere pararrayos con el que escudarse ante los posteriores golpes que serían recibidos tras decisiones tan brutales como la del derribo del mítico estadio del club o la venta del jugador franquicia (Fernando Torres). ¿Y quién mejor que un actor de actores, un productor de cine? Hasta ahora ha cumplido su misión de manera impecable, sin ni siquiera ser aún abucheado por la afición y respondiendo a los periodistas como si su opinión valiese algo en el club, incluso puede que hasta de verdad sea del atlético.


Guillermo Fernández Vara, presidente.

Implacable demagogo y excelente demócrata que nunca se moja en nada ni opina sobre nada (hace poco le preguntaron por las primarias en su partido y respondió hablando del tiempo). Su mayor obsesión consiste en asistir a tantas inauguraciones, concentraciones, mitines... como sea posible, aun yendo, si es necesario, a 180km/h por la autopista. Este figurante pasivo no hace absolutamente nada ni ha tomado ninguna decisión desde que está en el cargo en cuanto a Extremadura, en cambio se preocupa de llamar a todos los funcionarios personalmente cuando son padres, de redactar entradas inanes en su blog, de añadir en facebook a cuantos más mejor, de no faltar a las fiestas de los pueblos... de hacer creer a la gente que es un buen presidente.

Thursday, December 09, 2010

Querido cronopio


No me fui bien de Buenos Aires; me fui rodeado de sombras. Irse no es nada, la cosa es darse cuenta que hay una mecánica de chicle, que te has quedado adherido y te vas estirando. En fin, si París me tragó ya los cinco sentidos, no pudo aún sacarme de mi pozo personal. Ordenar papeles, ver asomar letras, rostros, me ha dejado triste; cada libro coincide con un tiempo, una casa, una voz, una polémica. Me devuelven a latigazos a Buenos Aires. No estoy triste de estar en París. ¿He dicho asombro de vivir donde otros solamente dicen costumbre? Está bien, y ahora sé que es necesario que esté aquí, aunque el deseo acumulado termine por quitar verdadera realidad a las cosas. ¿Tú crees que Penélope habría gozado con Odiseo a su vuelta? He comprendido que uno sólo está en una ciudad cuando se queda a vivir un tiempo en ella. Pero el chicle, ya sabes.
Ahora, a más de la mitad de la vida, empiezo a ver el pasado como una monstruosa acumulación de errores. Jamás me perdonaré no haber venido a Europa a los veinte años, haber leído tantos libros tontos, haber escrito tantas cartas inútiles... Hasta ahora Europa me ha invadido de tal manera que no me deja ser yo mismo. Todo el tiempo estoy siendo el paisaje, los cuadros, los olores, la felicidad. No me importa no escribir. Nunca creí en las “misiones” de los escritores, y entiendo que el escritor trabaja por las mismas razones hedónicas que el opiómano enciende la pipa o el violinista toca Bach. Y mi felicidad personal me vale más que todo lo que pueda escribir. Si me pongo a trabajar, será para seguir siendo feliz o para combatir alguna infelicidad. Al mundo no hay que resistirle, hay que elegir bien el mundo que uno prefiere; y a ése, ah, a ése hay que darse a fondo, como cuando se nada o se duerme o se quiere.
Aquí trabajo sólo la mañana. Me queda tiempo para vivir como yo quiero; en una vagancia escandalosa de lecturas, cuadros y vino blanco. Me he lanzado a la lectura como un caníbal sobre una gorda inglesa perdida en la jungla; en cinco días he devorado siete libros. Voy encontrando en el camino a mis dioses de la adolescencia. Es un signo de muerte y de vejez, pero qué importa. La eternidad está enamorada de las obras del tiempo. Me faltan Picasso, Parker... Tal vez me sea dado verlos algún día. Puede ser que Dios exista; pero si realmente existe, creo que no somos su creación; apenas un esbozo, una pesadilla antes de empezar a ser verdad. Ya estoy harto de ver cómo de las cosas más hermosas nacen monstruos, cómo de la suma de factores aparentemente predestinados a la más grande felicidad salta el horror y la nada.
Claro que nos vemos poco, pero las órbitas de los hombres son complicadas. Yo me pasé la mejor parte de mi vida en una actitud nostálgica frente a lo que se quedaba irremediablemente atrás; ahora prefiero vivir en el presente y, cuando puedo, proyectarme hacia el futuro. Puede ser que en él dispongamos de más tiempo y podamos vernos con esa alargada negligencia de los buenos amigos; disfrutar de eso que yo amo por encima de todo: vagar con alguien a quien quiero, demorarme largamente delante de un vaso de vino o a las orillas del Sena, entrar en las librerías, mirar a la gente, sentirse vivo sin apuro.
Enormísimo cronopio, te doy permiso para que pongas esto en tu blog. Para ser digno de un lugar así, yo, por lo menos, tendría que valer más de lo que valgo. De todos modos, entradas así le prueban a uno lo que vale en el corazón de los otros, y eso obliga y empeña.
Y todo lo que quisiera decirte no está dicho en las palabras. Enójate por ellas, si quieres, pero no dudes del cariño que las mueve.
Saluda a nuestros cronopios comunes y ponte las manos en los hombros, y serán mis manos.
Tu amigo, Julio.

Wednesday, November 24, 2010

Donde las dan las toman.



Jugamos repetidas veces al dilema del prisionero. Hay dos sospechosos. No hay pruebas suficientes para condenarlos y, tras haberlos separado, se les ofrece el mismo trato. Si uno confiesa y su cómplice no, el cómplice será condenado a diez años y el confidente liberado. Si ambos confiesan, ambos serán condenados a seis años. Si ambos lo niegan, ambos serán encerrados seis meses. Ha sido demostrado que la mejor estrategia consiste en callar en la primera ocasión y actuar en las siguientes exactamente

como el otro ha hecho en la anterior. Es decir, si el otro prisionero ha confesado, nosotros nos vengaremos confesando en la siguiente; si calla, nosotros callaremos en la siguiente.

Desconocemos la elección del otro. Si elegimos ser paloma y el otro también, ganamos quince puntos cada uno, si somos paloma y el otro halcón, el halcón gana cincuenta y la paloma nada, si los dos elegimos halcón, ambos perdemos veinticinco. La mejor estrategia es, como en el caso anterior, el “donde las dan las toman”.

Nash ganó un nobel con esta teoría. Propuso aplicar a la economía, a la relación entre empresas, la misma solución. Ésta es aplicable a muchos campos: dos países en guerra fría. Ambos tienen dos opciones: o incrementar las armas o llegar a un acuerdo para reducirlas. Ninguno de los dos está seguro sobre si el otro acatará el acuerdo; así, ambos se inclinarán hacia la expansión militar. Dos ciclistas que o cooperan para alejarse del pelotón o uno permanece al rebufo del otro para adelantarle al final, en cuyo caso correría un serio riesgo de que el pelotón los alcance. Hay dos vías por donde circulan coches y ninguna tiene preferencia sobre la otra: si todos los conductores colaboran y hacen turnos para pasar, la pequeña espera se justifica por el beneficio de no generar un atasco. Si alguien no colabora y el resto sí, se beneficia el no-colaborador generando un desorden que perjudica a todo el resto. Si nadie quiere colaborar y todos tratan de pasar primero, se formará un tremendo atasco.

En uno de sus casos, Dupin, héroe de Poe, logró descubrir que una banda no era responsable de un delito mediante una estratagema. Puso un anuncio ofreciendo recompensa e inmunidad al que confesara. Los de la banda, más que codiciar la recompensa o pensar en escapar, temían la traición de un compañero. Cada uno trataría de traicionar a los demás antes de ser traicionado por ellos.

Elogio a la venganza


Poner la otra mejilla, resignarse ante las injusticias, considerar la capacidad de perdonar como una cualidad suprema, aceptar un agravio por considerarlo la voluntad de dios, rezar como única solución... Los poderosos siempre han tratado de inculcar a la gente llana el acatamiento pasivo de los males, para así poder exprimirla sin temor a que se rebele. La naturaleza necesita buscar el equilibrio para poder seguir evolucionando. El murciélago que consigue mucha sangre da al que no ha conseguido nada. Pero si ése posteriormente no da a otro hambriento, los demás murciélagos lo boicotearán por el bien de la especie. Si un cocodrilo engulle a uno de esos pájaros que le limpian la boca, los demás cocodrilos le atacarán por poner en riesgo una simbiosis que beneficia a todos.

Hemos sidos moldeados como buscadores insaciables del equilibrio, y la venganza es la herramienta necesaria para contrarrestar las incorrecciones. La sociedad recompensa a los buenos: calles con sus nombres, homenajes, premios que los recuerdan. A los malos, en cambio, los encarcela, los aparta del mundo, los condena. La sociedad no perdona, es vengativa, adjetivo al que los de arriba han logrado inculcar un sentido enormemente peyorativo. La justicia necesita premios y castigos. La venganza equilibra; es necesaria para que la balanza de la naturaleza permita el avance de la evolución. Un individuo ve una caja de periódicos, mete una moneda y los coge todos. Los que lo vean lo crucificarán, porque mediante su acto egoísta contribuye a la desaparición de unas máquinas cuya existencia beneficia a la comunidad. Se mira mal al que paga un rescate, porque si no hubiera rescates no habría secuestradores. La sed de venganza es un sentimiento innato que surge espontáneamente en todo ser vivo. Su ejecución dignifica y también ilumina, educa al prójimo. Tenemos un amigo dentro de un grupo que es siempre impuntual, está acostumbrado a que lo esperemos y a ni siquiera recibir una regañina por su falta. Un día decidimos no esperarlo. La próxima vez ese amigo se preocupará más por su puntualidad.






Sunday, August 15, 2010

La forja de un rebelde


Mientras escribo estas líneas, hombres civilizados arrojan bombas sobre mí intentando matarme. Me llamó Arturo Barea. El azar y el destino quisieron que naciera en Badajoz, donde estaba destinado mi padre. Su repentina muerte provocó que nos mudásemos a Madrid. Mi madre se convirtió en la criada de mis tíos. Recuerdo sus manos roídas hundiéndose en las heladas aguas del Manzanares para lavar las ropas de siete familias. Gracias a una beca pude estudiar con los curas, donde para los señoritos siempre fui el hijo de la lavandera. Las misas, las clases de religión, los rezos... dejaban algunos resquicios por donde entraban las matemáticas y poco más. Cada tarde, todos los curas se repartían el dinero de los cepillos y se lo jugaban al julepe. Viví mi infancia en el barrio de Lavapiés, cuyos ruidos y olores llevaré para siempre marcados en el cerebro. Pasaba los veranos con mis tíos de Brunete, donde en la áspera vida rural los campesinos se pasaban el día mirando al cielo, y corrían alegres a sus campos en cuanto aparecían las primeras gotas de lluvia. El usurero se iba haciendo poco a poco con las tierras de todos. Me harté de los curas y trabajé en una tienda, después entré en un banco donde realizaba un trabajo monótono por el que no empezaron a pagarme hasta pasado un año y medio. Fallecieron los tíos con los que vivíamos. La familia entera se peleó por la herencia como buitres tratando de coger un trozo del animal recién fallecido. Nos mudamos a una buhardilla donde mi madre todos los días preparaba cocido. Hice la mili en Marruecos. Pasé tres años viendo cómo muchos mandos se hacían ricos a costa del dinero destinado a sandalias, comida, mantas... para los soldados. Aunque la mayoría se acostaba con prostitutas cotidianamente, supuso un escándalo, por el que fui seriamente recriminado, que viviese con una mujer. Fui testigo de la crueldad y el ascenso meteórico de Franco. Estuve en el frente y sufrí el tifus. A la vuelta obtuve un buen puesto en una empresa de patentes. Me casé con una mujer de la que nunca estuve enamorado y tuvimos cuatro hijos. Viví en un pequeño pueblo, Novés, donde frecuentaba el casino de los trabajadores, a quienes asombraba que fuera uno de los suyos. Al estallar la guerra civil me ofrecieron el puesto de censor de la prensa extranjera. Ahí conocí a Elsa, una austriaca de ojos verdes; la mujer que había buscado siempre y ya no esperaba encontrar. Estaríamos juntos pese a causar daño a otros y a nosotros mismos. Luchamos por la República incansablemente. Por allí pasaron Hemingway, Dos Passos, el general Miaja... La inquietud de las sirenas nos iba destrozando la vida. Elsa y yo sostuvimos a duras penas la frágil burbuja de nuestra alegría. Ya no soy capaz de mirar un edificio sin pensar en cuál sería su resistencia a las bombas.

Wednesday, July 14, 2010

American dream.


Decía Joyce que los EE.UU estaban formados por las barreduras de todos los países. Un país joven que ha crecido gracias a gente que arriesgó dejándolo todo con el sueño de llegar a la cima, un país que llegó a ser el primero del mundo gracias a las guerras. Tras la destrucción de la industria de Japón y Alemania en la segunda guerra mundial, la General Motors comenzó a vender millones de coches, la capital del mundo pasó de Paris a NY, el nivel de vida subió: la familia media, con casa, jardín y perro, se mantenía sobradamente con un sueldo, cambiaba de coche cada tres años, tenían cuatro semanas de vacaciones pagadas... pero Europa y Japón se rehicieron. A Carter le dio por criticar el consumismo: uno no es lo que tiene sino lo que hace, así que había que buscar a otro, un comunicador creíble y manejable. Los bancos pondrían en su puesto a un actor, un vendedor... Reagan. Se redujeron impuestos a los ricos, se destruyó la industria para obtener beneficios rápidos, se agrandó la brecha entre los que tienen de sobra y los que viven de sobras y se alentó a la gente a vivir con dinero prestado. Los jóvenes piden préstamos para estudiar a intereses de locura, fabricándose así esclavos modernos que viven pagando y mueren debiendo, hasta llegar al punto de que al que trabaja no le queda tiempo para hacer dinero. Hoy, las compañías de usura están en alza, se producen a diario desahucios de gente trabajadora, los países subdesarrollados cuanto más pagan más deben, dejando de ser gobernados por ellos mismos y, claro, como dicen los turcos, quien bebe a cuenta se emborracha el doble. Se ha impuesto la cultura del miedo, provocando que la gente sacrifique su libertad en pro de una innecesaria seguridad. Las empresas de sanidad privada dan bonus a los empleados que evitan que gente media sea cubierta por el seguro gracias a la letra pequeña del contrato, la gente enloquece y dispara por doquier con armas que compra en un supermercado. Es el país que más contamina y que más viola los derechos humanos. Pero jamás será condenado, porque tiene las llaves de todas las cárceles. Decía Roosevelt que “ningún triunfo pacífico es tan grandioso como el supremo triunfo de la guerra” (en 1906 le dieron el nobel de la paz). Trató de imponer un gobierno en Vietnam que ellos no querían, así que descargó allí más bombas que las arrojadas en toda la segunda guerra mundial. En Nicaragua provocó una guerra de diez años porque se negó a ser su satélite; gastaron millones en propaganda para que los sandinistas, que alfabetizaban pobres, reducían la mortalidad infantil... fueran vistos en el mundo como demonios. Desarrolló una guerra en Colombia para que Panamá se independizara y así poder construir el Canal. Cambiaron al bueno de Allende por el sanguinario de Pinochet. Hicieron desaparecer tres millones de vidas en Irak para tener más petróleo. Trabajaron duro para que cayera el comunismo, pero ahora Moscú es una de las ciudades más peligrosas, donde la mafia se ha adueñado de todo, donde hay el doble de casinos que en Las Vegas y los sueldos han caído a la mitad, donde el modelo ya no es el policía, el maestro, el bombero que ayuda a la mejora del ser humano, sino el mafioso que se ha hecho rico extorsionando al pobre. Su Congreso rechazó dar 700 mil millones de dinero público a los titanes de Wall Street, pero a los pocos días esto se hace, aunque, claro, así como si los hombres parieran, el aborto sería legal, si el voto cambiara algo sería ilegal.

Thursday, June 03, 2010

Caperucita roja y el lobo machista, por Arturo Pérez Reverte.


Caperucita Roja camina por el bosque, como suele. Va muy contenta, dando saltitos con su cesta al brazo, porque, gracias a que está en paro y es mujer, emigrante rumana sin papeles, magrebí pero tirando a afroamericana de color, musulmana con hiyab, lesbiana y madre soltera, acaban de concederle plaza en un colegio a su hijo. Va a casa de su abuelita, que vive sola desde que su marido, el abuelito, le dio una colleja a Caperucita porque no se bebía el colacao, ésta lo denunció por maltrato infantil, y la Guardia Civil se llevó al viejo al penal de El Puerto de Santa María, donde en espera de juicio paga su culpa sodomizado en las duchas, un día sí y otro no, por robustos albanokosovares. Que también tienen sus necesidades y sus derechos, córcholis. El caso es que Caperucita va por el bosque, como digo, y en éstas aparece el lobo: hirsuto, sobrado, chulo, con una sonrisa machista que le descubre los colmillos superiores. Facha que te rilas: peinado hacia atrás con fijador reluciente y una pegatina de la bandera franquista, la de la gallina, en la correa del reloj. Y le pregunta: «¿Dónde vas, Caperucita?». A lo que ella responde, muy desenvuelta: «Donde me sale del mapa del clítoris», y sigue su camino, impasible. «Vaya corte», comenta el lobo, boquiabierto. Luego decide vengarse y corre a la casa de la abuelita, donde ejerce sobre la anciana una intolerable violencia doméstica de género y génera. O sea, que se la zampa, o deglute. Y encima se fuma un pitillo. El fascista. Cuando llega Caperucita se lo encuentra metido en la cama, con la cofia puesta. «Que sistema dental tan desproporcionado tienes, yaya», le dice. «Qué apéndice nasal tan fuera de lo común.» Etcétera. Entonces el lobo le da las suyas y las de un bombero: la deglute también, y se echa a dormir la siesta. Llegan en ésas un cazador y una cazadora, y cuando el cazador va a pegarle al lobo un plomazo de postas del doce, la cazadora contiene a su compañero. «No irás a ejercer la violencia -dice- contra un animal de la biosfera azul. Y además, con plomo contaminante y antiecológico. Es mejor afearle su conducta.» Se la afean, incluido lo de fumar. Malandrín, etcétera. Entonces el lobo, conmovido, ve la luz, se abre la cremallera que, como es sabido, todos los lobos llevan en la tripa, y libera a Caperucita y a su provecta. Todos ríen y se abrazan, felices. Incluido el lobo, que deja el tabaco, se hace antitaurino y funda la oenegé Lobos y Lobas sin Fronteras, subvencionada por el Instituto de la Mujer. Fin.

Caperucita y el lobo machista, por Arturo Pérez Reverte




Caperucita Roja camina por el bosque, como suele. Va muy contenta, dando saltitos con su cesta al brazo, porque, gracias a que está en paro y es mujer, emigrante rumana sin papeles, magrebí pero tirando a afroamericana de color, musulmana con hiyab, lesbiana y madre soltera, acaban de concederle plaza en un colegio a su hijo. Va a casa de su abuelita, que vive sola desde que su marido, el abuelito, le dio una colleja a Caperucita porque no se bebía el colacao, ésta lo denunció por maltrato infantil, y la Guardia Civil se llevó al viejo al penal de El Puerto de Santa María, donde en espera de juicio paga su culpa sodomizado en las duchas, un día sí y otro no, por robustos albanokosovares. Que también tienen sus necesidades y sus derechos, córcholis. El caso es que Caperucita va por el bosque, como digo, y en éstas aparece el lobo: hirsuto, sobrado, chulo, con una sonrisa machista que le descubre los colmillos superiores. Facha que te rilas: peinado hacia atrás con fijador reluciente y una pegatina de la bandera franquista, la de la gallina, en la correa del reloj. Y le pregunta: «¿Dónde vas, Caperucita?». A lo que ella responde, muy desenvuelta: «Donde me sale del mapa del clítoris», y sigue su camino, impasible. «Vaya corte», comenta el lobo, boquiabierto. Luego decide vengarse y corre a la casa de la abuelita, donde ejerce sobre la anciana una intolerable violencia doméstica de género y génera. O sea, que se la zampa, o deglute. Y encima se fuma un pitillo. El fascista. Cuando llega Caperucita se lo encuentra metido en la cama, con la cofia puesta. «Que sistema dental tan desproporcionado tienes, yaya», le dice. «Qué apéndice nasal tan fuera de lo común.» Etcétera. Entonces el lobo le da las suyas y las de un bombero: la deglute también, y se echa a dormir la siesta. Llegan en ésas un cazador y una cazadora, y cuando el cazador va a pegarle al lobo un plomazo de postas del doce, la cazadora contiene a su compañero. «No irás a ejercer la violencia -dice- contra un animal de la biosfera azul. Y además, con plomo contaminante y antiecológico. Es mejor afearle su conducta.» Se la afean, incluido lo de fumar. Malandrín, etcétera. Entonces el lobo, conmovido, ve la luz, se abre la cremallera que, como es sabido, todos los lobos llevan en la tripa, y libera a Caperucita y a su provecta. Todos ríen y se abrazan, felices. Incluido el lobo, que deja el tabaco, se hace antitaurino y funda la oenegé Lobos y Lobas sin Fronteras, subvencionada por el Instituto de la Mujer. Fin.

Saturday, May 08, 2010

Imeres, yo también he sido feliz, por Carmen Pérez.


Yo también he sido feliz. Quizá esta frase resuma el suspiro final al cerrar Imeres apraxias.

Soy una lectora llena de ansiedad, abrazo físicamente los libros que caen en mis manos y me convierto en un ser irresponsable y frívolo hasta que encuentro el punto de seducción de las palabras, las emociones y soy irremediablemente estúpida hasta que encuentro el momento en el que considero que merece la pena seguir leyendo algún libro recién adquirido. Por este motivo escribir sobre ello resulta ajeno y extraño a mi condición de lectora impertinente.

Pero el autor de esta historia me ha hecho feliz, desconozco muchos sucesos, objetos y personajes que aparecen en el libro, pero me ha hecho feliz y eso es suficiente para intentarlo. El ambiente construido, las características de los personajes, los lugares descritos, la profunda carga que cada personaje ha adquirido con el compromiso de su existencia me han permitido sentirme próxima e incluso me he visto reflejada en la pasión adolescente que ya había olvidado.

Con Tivos he recuperado algunas personas excepcionales de mi pasado, las que me hacían reir ridículamente y entonces nada importaba. Es cierto que podíamos reírnos hasta morir por anécdotas, invenciones, tonterías e inocentes ocurrencias. Todos hemos lanzado “tivadas” estupendas.

En la pasión de Theós he encontrado a un ser capaz de transmitir lo más positivo, lo único importante: la responsabilidad y el compromiso que cada ser humano tiene con el mundo en que habita de adquirir valores esenciales y útiles. Y sobre todo, la idea de que lo que consiga la mayoría no siempre es lo importante.

He revivido con intensidad mis primeros y desastrosos encuentros sexuales, totalmente identificada con las emociones que describe Ariadna ante su primer amor, el adonis, el inalcanzable, el macarra que todas perseguíamos. Aciertas de pleno al ponerte en la piel de Ariadna y describir la actitud de tantas chicas que han deseado ese primer beso convencidas de que con ellas sería diferente. Ha sido curioso y divertido a la vez.

Los domingos en las Cuevas eran muchos de los domingos pasados en los que jugábamos todos los adolescentes a dejarnos llevar por el placer, a escondidas, dispuestos a escapar y a arriesgarlo todo por unos minutos. No ha faltado detalle en esos encuentros y en esa espera desesperada de Milos cada domingo ..fantástica la descripción del momento de espera, la predisposición, la anticipación. Los preliminares eran mejores que la intensidad del acto.

Cardios es el padre perfecto para un personaje como Milos, moderno, comprensivo, un artista de la paternidad en solitario. Milos y Cardios son intensos en su relación, los dos sufren ausencias y sobreviven. Has construido con Cardios al contrincante perfecto de la medusa, la cara y la cruz del amor paternal, de la necesidad de protección que un hijo o una hija necesita.

Y aunque me suene extraño decirlo era necesario el suicidio de Melampos. Esa crisis existencial latente en su conversación con Milos pedía la muerte. El adolescente vacio, sin ser capaz de sentir la pasión por vivir tiene que terminar de un modo romántico ¿no?

A mi un libro me gusta o no me gusta, no se hablarte de estilo ni de figuras literarias, yo sólo me guío por emociones, por los latidos que vibran en mis sienes cuando leo…Imeres apraxias me gusta, he disfrutado con su lectura, me ha contagiado sentimientos y ha habido momentos en los que mis pensamientos estaban de repente allí, escritos por otra persona…algo genial.


Carmen Pérez. Profesora de filosofía. Puebla de la Calzada. Badajoz.

Tuesday, March 30, 2010

Antorchas en la niebla.


La esencia del mal en esa sociedad española egoísta, enemiga de los cambios, hostil con el extranjero, camorrista y desconfiada, la ha constituido siempre la ignorancia. Sólo en la Segunda República, con un maestro como ministro de Educación, se tomó en serio la escuela (se pasó de 37.500 maestros a 50.000, se les aumentó significativamente su sueldo de hambre, se hicieron más colegios que en todo el siglo anterior...), pero aquellos maestros eran más que maestros: arreglaban papeleos, daban clases nocturnas a adultos, formaban cooperativas, organizaban bibliotecas, aconsejaban a enfermos... Es fácil explicar ciencias o lengua, ser el vehículo de un libro, pero es muy complicado convertirse en un ejemplo a seguir, hacer cambiar a los demás, combatir la pasividad, enseñar a pensar, lograr que el alumno se convierta en dueño de su propio destino. Entonces llegaron aquellas alimañas que con sus pezuñas lograrían apagar la luz de los humildes. Ser madre soltera era suficiente motivo para fusilar a una maestra, señoritos de misa y pistolón cargaban en caminonetas a miles de maestros que, tras ser asesinados, eran arrojados a fosas comunes. ¿De dónde salió todo aquel exacerbado odio contra gente tan buena? Sus muertes eran necesarias para que el vil negocio de las conciencias culpables siguiera funcionando, para que siguiera habiendo muchos analfabetos fáciles de engañar, para que no existieran antorchas capaces de abrir los ojos a los humildes... Aquella guerra de exterminio había de acabar con esos que eran responsables de que algunos comenzaran a preferir entrar en una biblioteca a leer en lugar de ir a misa. ¿Niños y niñas juntos?, ¿ciencias naturales en el campo?, ¿tratar igual a todos los alumnos?, ¿obras de teatro?... ¡No! Otra vez a meter letras con sangre, a contener la alegría, a rezar a diario, a memorizar la lista de los reyes godos y las batallas más gloriosas. Y las niñas a aprender a ser dóciles, a servir al macho, a parir y a aguantar, a cumplir con el hogar...

Don José, un maestro sevillano, antes de que se lo llevaran a fusilar, se quitó su reloj, su pluma, su cartera... y pidió que se lo entregaran a sus alumnos, añadiendo: Sólo ellos merecen la pena.

De nosotros depende que toda aquella sangre derramada constituya una semilla de libertad o un pasado baldío.