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Saturday, November 17, 2012

El Hombre y la Ley



          
        Aquella mañana, cuando nuestro nuevo profesor de "Introducción al Derecho" entró en la clase lo primero que hizo fue preguntarle el nombre a un alumno que estaba sentado en la primera fila:
      - ¿Cómo te llamas?
      -Me llamo Juan, señor.
    -¡Vete de mi clase y no quiero que vuelvas nunca más! - gritó el desagradable profesor.
Juan estaba desconcertado. Cuando reaccionó se levantó torpemente, recogió sus cosas y salió de la clase. Todos estábamos asustados e indignados pero nadie dijo nada.
      -Está bien. ¡Ahora sí! ¿Para qué sirven las leyes?...
Seguíamos asustados pero poco a poco comenzamos a responder a su pregunta:
      - Para que haya un orden en nuestra sociedad.
     - ¡No! -contestaba el profesor.
      - Para cumplirlas.
     - ¡No!
     - Para que la gente mala pague por sus actos.
     - ¡No! ¿Pero es que nadie sabrá responder esta pregunta?
     - Para que haya justicia -dijo tímidamente una chica.
     - ¡Por fin! Eso es... para que haya justicia. Y ahora ¿para qué sirve la justicia?
Todos empezábamos a estar molestos por esa actitud tan grosera. Sin embargo, seguíamos respondiendo:
    - Para salvaguardar los derechos humanos.
    - Bien, ¿qué más? -decía el profesor.
    - Para discriminar lo que está bien de lo que está mal.
     - ¡... Seguid, seguid…!
     - Para premiar a quien hace el bien.
    - Ok, no está mal pero... respondan a esta pregunta ¿actué correctamente al expulsar de la clase a Juan?
Todos nos quedamos callados, nadie respondía.
    - ¡Quiero una respuesta decidida y unánime!
    - ¡No! -dijimos todos a la vez.
    -¿Podría decirse que cometí una injusticia?
    -¡Sí!
  -¿Por qué nadie hizo nada al respecto? ¿Para qué queremos leyes y reglas si no disponemos de la valentía para llevarlas a la práctica? Cada uno de ustedes tiene la obligación de actuar cuando presencia una injusticia. Todos. ¡No vuelvan a quedarse callados nunca más! Vete a buscar a Juan -dijo mirándome fijamente.

(Aquel día recibí la lección más práctica de mi clase de Derecho. Cuando no defendemos nuestros derechos perdemos la dignidad y la dignidad no se negocia).