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Saturday, November 14, 2015

Palabras para Juan


              



     Buenas tardes a todos. En primer lugar agradecer a Germán, a Luis Núñez, a Ana, la alcaldesa, y a Marisol de la AAVV que hayan hecho esto posible. Yo solté la idea en las redes y ellos han sido los verdaderos responsables de que saliera adelante. Creo que lo que hoy se va a hacer aquí es justicia, porque es de justicia que esta biblioteca lleve el nombre de Juan. Luis Núñez hace un mes me pidió un pequeño resumen sobre el porqué de ponerle el nombre a la biblioteca. Voy a leer lo que le escribí: Juan Santervás Calero habitó durante toda su vida en S. Fco de Olivenza. Desde muy joven se interesó de una forma muy significativa por todos los aspectos relacionados con la cultura. Poseía unos enormes conocimientos relativos a literatura, cine, deporte, música... También, fue una persona muy involucrada en todos los eventos y problemas sociales relativos a la comunidad. Trabajó de forma altruista como entrenador de fútbol en las categorías inferiores del S. Fco. Sus enseñanzas a los niños de S. Fco y S. Rafael siempre fueron más allá de las puramente deportivas. Iba en su propio coche (y sin cobrar nada) a recoger y a llevar a los chavales de S. Rafael para que pudieran entrenar en S.Fco. Durante un periodo se ocupó de la biblioteca del pueblo. Fue el primero en ordenar los libros y organizarlos escribiendo fichas y llevando un recuento de los usuarios. Participó activamente en el fomento de la lectura. Aun siendo una persona con una clara inclinación izquierdista y republicana, tuvo una excelente relación con personas de todas las ramas políticas, siendo admirado y alabado por todos. En esos pequeños foros rurales ilustró de muchas formas a todas aquellas personas con menos acceso a la cultura. Hablaba mucho con los adolescentes y sus consejos podían ir desde la lectura de un libro hasta el camino que debían tomar en la vida. Contribuyó de forma desinteresada al desarrollo del equipo de fútbol, siendo uno de los más importantes colaboradores en toda su historia.

         La última vez que vi a Juan fue en Madrid en el hospital. Me dijo que teníamos que escribir entre los dos la historia de lo que le había pasado y, después, señalándome un lugar en el pecho, me dijo que era ahí, y precisamente ahí, donde sentía el apoyo de todo el pueblo. Algo que no es extraño, porque Juan era una persona a la que quería todo el mundo. Después de hablar con él en el hospital me quedé convencido de que iba a salir adelante, por eso me sorprendió tanto la noticia de su fallecimiento. Yo, aunque no vivo aquí, vengo bastante a menudo y nunca me he acabado de ir, pero tras la muerte de Juan me pasé cuatro meses sin venir al pueblo. No venía porque sabía que ya no me lo iba a encontrar, y no me hacía a la idea de estar sentado en una terraza y que ya resultara imposible el hecho de verlo aparecer, de poder charlar con él de libros, de cine (de su película favorita Amanece que no es poco) o de fútbol, de verlo discutir con Gregorio o de hacerle alguna broma a Ismael. Quería dilatar al máximo posible la llegada del momento en que yo me sentara en la terraza del bar y supiera con total seguridad que Juanito no iba a aparecer allí nunca más. He acabado volviendo al pueblo, claro, y me ha sucedido algo extraño, porque siempre he seguido teniendo la sensación de que Juan iba a volver a aparecer en cualquier momento, de que iba a verlo de nuevo doblar la esquina y sentarse junto a mí con una broma de las suyas, y todavía hoy sigo teniendo la sensación de que él no se ha ido.

Antes de leer su poema favorito, escrito también por su poeta favorito, para reafirmar lo dicho antes quería recordar algunos momentos con él que no olvidaré. Una noche de hace 16 años, el día antes de irme al ejército a Alicante, yo estaba un poco asustado y Juan se pasó media noche allí sentado, a mi lado, tranquilizándome, contándome sus experiencias y haciéndome ver que allí no iba a estar mal. Me ayudó un montón. También, siendo niños, una tarde muy lluviosa Juan nos llevó en su Renault 5 a jugar a fútbol sala a Olivenza. Nos metieron una buena paliza y Juan, para animarnos, a la salida nos invitó a todos a un refresco en un bar, o, también, muchos años más tarde, el día en el que di el pregón de las fiestas del pueblo, un vecino al que no le había gustado una broma de mi pregón vino a por mí enfadado y Juan medió para que aquello acabase en nada.

Leo el poema:

ELEGÍA
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería).
Yo quiero ser llorando el hortelano 
de la tierra que ocupas y estercolas, 
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas 
y órganos mi dolor sin instrumento. 
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento. 
Tanto dolor se agrupa en mi costado, 
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado, 
un hachazo invisible y homicida, 
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida, 
lloro mi desventura y sus conjuntos 
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos, 
y sin calor de nadie y sin consuelo 
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo, 
temprano madrugó la madrugada, 
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada, 
no perdono a la vida desatenta, 
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta 
de piedras, rayos y hachas estridentes 
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes, 
quiero apartar la tierra parte a parte 
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte 
y besarte la noble calavera 
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera: 
por los altos andamios de las flores 
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores. 
Volverás al arrullo de las rejas 
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas, 
y tu sangre se irán a cada lado 
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado, 
llama a un campo de almendras espumosas 
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas 
del almendro de nata te requiero, 
que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero.