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Wednesday, December 30, 2009

... and no religion too.


En un mundo sin religión no habría guerras árabe-israelíes, masacres serbio-bosnio-musulmanas, ablaciones de clítoris, terroristas suicidas, el sida se habría erradicado por el uso de preservativos... Todas las religiones se basan en absurdos. Si Jesucristo hubiera existido durante la revolución francesa, ¿hoy en día los cristianos llevarían colgada al cuello una guillotina?, ¿qué cantidad de opio se fumó san Juan para escribir el Apocalipsis?, ¿qué clase de raza es la humana si sólo hace el bien por una recompensa o para eludir un castigo?, ¿no es absurdo que en la actualidad nos asesinemos los unos a los otros por unas escrituras antiguas? Yo preferiría unos diez mandamientos del tipo: Tolera opiniones ajenas, intenta aprender siempre, sé libre para pensar algo opuesto al resto... Aquel que puede hacer que creas un disparate, podrá hacer que cometas barbaridades. Hombres buenos y malos siempre existirán, pero la religión es lo único capaz de hacer cometer atrocidades a hombres buenos. Resulta más grave el daño psicológico de esos sacerdotes irlandeses atemorizando a miles de fieles que sus horribles abusos sexuales. Es mejor enseñar a los niños a ser críticos y pensar, en lugar de hacerles creer que la fe indiscutida es una virtud, algo que les prepara para ser armas letales en yihads y cruzadas. Enseñarles cómo pensar y no qué pensar. Podemos estar ante el principio del fin, ya que a lo largo de la historia los vacíos del saber humano han sido ocupados por la religión, pero a medida que ha ido avanzando la ciencia, ese vacío ha ido disminuyendo, y, además, para los gobernantes la religión cada vez es menos eficaz en cuanto a mantener aletargada a la gente. Decía Victor Hugo que en todo pueblo hay una antorcha (el maestro) y un extintor (el sacerdote). Hitchcock, el especialista en asustar, estaba una vez conduciendo por Suiza, cuando miró por la ventanilla y dijo: Esta es la visión más espantosa que nunca he visto. Había un sacerdote conversando con un niño. ¡Corre pequeño, corre por tu vida! le gritó el cineasta.

Friday, December 25, 2009

Delicioso Proust


A los veintiocho, desesperado, se preguntaba ¿qué me queda, si he decidido no ser ni abogado ni médico ni cura? Yacía al abrigo del lecho, protegido, insomne, en encarnizada lucha por rescatar su memoria, pero, aun encerrado y envuelto por la eterna noche, Noé nunca pudo haber visto el mundo tan bien como lo vio desde el arca. Conocía más libros que gente y había perdido para siempre la risa espontánea e intermitente de la infancia. Excelso filántropo, por no poder ganarse a todos se encerró en sí mismo. Sin esa obstinada voluntad habría fenecido su mundo, donde la tiranía de las palabras le obligó a ser genial. El placer que un verdadero artista nos proporciona es el de mostrarnos un universo más. Haciendo de la lectura esas puertas que tanto nos enseñan, despiertan el espíritu; él es ese que jamás recuerda nada porque jamás olvida nada. Demostró que el genio consiste en la potencia de reflexión y no en la calidad intrínseca del espectáculo reflejado. Todos necesitamos alimentar en nosotros alguna vena de loco para que la realidad se nos haga soportable. Edificó su vida para un fin, pero no lo alcanzó, y hubo de vivir prisionero en la morada que labró. Debido a su fe, sufrió verdaderamente por ese fin inalcanzado. Admiramos hermosos cuadros, músicas exquisitas, novelas inmortales… ignorando los insomnios, las lágrimas, las angustias de vivir… que han costado a sus creadores. Vivió para desentrañar misterios; desde el porqué de esas conexiones humanas sin un fondo de atracción sexual, hasta el cómo navegaría del corazón a los labios aquello que hemos decidido ocultar siempre, pasando por el por qué vivimos con esa perfecta ignorancia de la esencia del ser que amamos. ¿Y después de su muerte siguieron existiendo el mar, las redondas rocas, el claro de luna, el cielo?, ¿qué queda por escribir después de Proust?