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Monday, December 20, 2010

Top títere.






Ronald Reagan, presidente.

Quizás constituya la más flagrante muestra de vil engaño a los ciudadanos. Cuando Carter se rebeló contra el capitalismo con su frase No es más quien tiene más, Wall Street vio necesario buscar un nuevo presidente. En los 50, el actor que más productos lograba vender con su publicidad era Ronald Reagan. ¿Quién mejor que un actor que convencía a masas para situarlo de marioneta en la Casa Blanca? Don Regan, el mayor pez gordo de Wall Street, sería el presidente en la sombra y ministro de economía. Se redujeron los impuestos a los ricos a la mitad, se desmanteló la industria y se despidieron a miles de obreros para lograr beneficios a corto plazo y destruir a los sindicatos... Se alentó a la gente no a ahorrar sino a vivir de créditos para conseguir esclavizarla al máximo.


Ángel Acebes, ministro del Interior.

La razón de algo tan común como colocar a una persona con pocas dotes intelectuales en un alto cargo, consiste en la certeza de que será posible lograr que esa persona haga lo que se le diga por muy disparatado que esto sea. Sólo alguien como Acebes aceptaría sin rechistar la misión de mentir públicamente a un país entero con el fin de ganar unas elecciones, como ocurrió con el 11-M.



Leire Pajín, ministra de Sanidad.

Su homóloga portuguesa es una médico que cuenta con numerosas ponencias, publicaciones y una larga experiencia, la francesa es doctora en farmacia y miembro destacado de la universidad de Angers, el italiano es profesor de la universidad de Milán, licenciado en medicina e inventor de la tomografía por emisión de positrones... Leire no tiene experiencia laboral, apenas ha terminado la carrera de Sociología, se expresa fatal y suele bostezar y hacer bromas cuando toman la palabra sus compañeros de partido. Pero es una excelente figurante, da colorido, está bien colocada en el mundo socialista por su familia y su condición de mujer hace que cuadren las cuentas en esa absurda paridad impuesta por Zapatero, ignorando que en cada puesto ha de estar el mejor, con independencia de su sexo ¡como si todos los ministros fueran mujeres!


Enrique Cerezo, presidente.

Ante las continuas pañoladas, la familia Gil se vio obligada a colocar un títere pararrayos con el que escudarse ante los posteriores golpes que serían recibidos tras decisiones tan brutales como la del derribo del mítico estadio del club o la venta del jugador franquicia (Fernando Torres). ¿Y quién mejor que un actor de actores, un productor de cine? Hasta ahora ha cumplido su misión de manera impecable, sin ni siquiera ser aún abucheado por la afición y respondiendo a los periodistas como si su opinión valiese algo en el club, incluso puede que hasta de verdad sea del atlético.


Guillermo Fernández Vara, presidente.

Implacable demagogo y excelente demócrata que nunca se moja en nada ni opina sobre nada (hace poco le preguntaron por las primarias en su partido y respondió hablando del tiempo). Su mayor obsesión consiste en asistir a tantas inauguraciones, concentraciones, mitines... como sea posible, aun yendo, si es necesario, a 180km/h por la autopista. Este figurante pasivo no hace absolutamente nada ni ha tomado ninguna decisión desde que está en el cargo en cuanto a Extremadura, en cambio se preocupa de llamar a todos los funcionarios personalmente cuando son padres, de redactar entradas inanes en su blog, de añadir en facebook a cuantos más mejor, de no faltar a las fiestas de los pueblos... de hacer creer a la gente que es un buen presidente.

Thursday, December 09, 2010

Querido cronopio


No me fui bien de Buenos Aires; me fui rodeado de sombras. Irse no es nada, la cosa es darse cuenta que hay una mecánica de chicle, que te has quedado adherido y te vas estirando. En fin, si París me tragó ya los cinco sentidos, no pudo aún sacarme de mi pozo personal. Ordenar papeles, ver asomar letras, rostros, me ha dejado triste; cada libro coincide con un tiempo, una casa, una voz, una polémica. Me devuelven a latigazos a Buenos Aires. No estoy triste de estar en París. ¿He dicho asombro de vivir donde otros solamente dicen costumbre? Está bien, y ahora sé que es necesario que esté aquí, aunque el deseo acumulado termine por quitar verdadera realidad a las cosas. ¿Tú crees que Penélope habría gozado con Odiseo a su vuelta? He comprendido que uno sólo está en una ciudad cuando se queda a vivir un tiempo en ella. Pero el chicle, ya sabes.
Ahora, a más de la mitad de la vida, empiezo a ver el pasado como una monstruosa acumulación de errores. Jamás me perdonaré no haber venido a Europa a los veinte años, haber leído tantos libros tontos, haber escrito tantas cartas inútiles... Hasta ahora Europa me ha invadido de tal manera que no me deja ser yo mismo. Todo el tiempo estoy siendo el paisaje, los cuadros, los olores, la felicidad. No me importa no escribir. Nunca creí en las “misiones” de los escritores, y entiendo que el escritor trabaja por las mismas razones hedónicas que el opiómano enciende la pipa o el violinista toca Bach. Y mi felicidad personal me vale más que todo lo que pueda escribir. Si me pongo a trabajar, será para seguir siendo feliz o para combatir alguna infelicidad. Al mundo no hay que resistirle, hay que elegir bien el mundo que uno prefiere; y a ése, ah, a ése hay que darse a fondo, como cuando se nada o se duerme o se quiere.
Aquí trabajo sólo la mañana. Me queda tiempo para vivir como yo quiero; en una vagancia escandalosa de lecturas, cuadros y vino blanco. Me he lanzado a la lectura como un caníbal sobre una gorda inglesa perdida en la jungla; en cinco días he devorado siete libros. Voy encontrando en el camino a mis dioses de la adolescencia. Es un signo de muerte y de vejez, pero qué importa. La eternidad está enamorada de las obras del tiempo. Me faltan Picasso, Parker... Tal vez me sea dado verlos algún día. Puede ser que Dios exista; pero si realmente existe, creo que no somos su creación; apenas un esbozo, una pesadilla antes de empezar a ser verdad. Ya estoy harto de ver cómo de las cosas más hermosas nacen monstruos, cómo de la suma de factores aparentemente predestinados a la más grande felicidad salta el horror y la nada.
Claro que nos vemos poco, pero las órbitas de los hombres son complicadas. Yo me pasé la mejor parte de mi vida en una actitud nostálgica frente a lo que se quedaba irremediablemente atrás; ahora prefiero vivir en el presente y, cuando puedo, proyectarme hacia el futuro. Puede ser que en él dispongamos de más tiempo y podamos vernos con esa alargada negligencia de los buenos amigos; disfrutar de eso que yo amo por encima de todo: vagar con alguien a quien quiero, demorarme largamente delante de un vaso de vino o a las orillas del Sena, entrar en las librerías, mirar a la gente, sentirse vivo sin apuro.
Enormísimo cronopio, te doy permiso para que pongas esto en tu blog. Para ser digno de un lugar así, yo, por lo menos, tendría que valer más de lo que valgo. De todos modos, entradas así le prueban a uno lo que vale en el corazón de los otros, y eso obliga y empeña.
Y todo lo que quisiera decirte no está dicho en las palabras. Enójate por ellas, si quieres, pero no dudes del cariño que las mueve.
Saluda a nuestros cronopios comunes y ponte las manos en los hombros, y serán mis manos.
Tu amigo, Julio.