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Wednesday, February 22, 2006

Pobreza cero y luego... ¿qué?

Hoy en día, en nuestro país ya no estamos oprimidos por un miedo al guardia civil, al policía de gris o a la cárcel que engullía a los que se paraban a pensar. En cambio, la base actual para que este matrix siga siendo, la constituye el miedo a la pobreza. Nos mostramos obedientes y fieles a la filosofía del homo-shopping, tememos la terrible desgracia de que nuestro coche sea peor que el del vecino, de que no podamos tener la cámara digital o el móvil más avanzado. En mi opinión, el sistema capitalista ha incrustado de forma irreversible el egoísmo en multitud de seres humanos. Dándole tal importancia al dinero y a la posesión que, algunos, sobre todo los más frikis (que es a donde pueden agarrarse), están obsesionados con eso del dinero.
“Pobreza cero” proponen. Da igual la posición en la que coloques la aguja del giroscopio, al soltarla siempre acabará parándose en el centro. Si les perdonamos la deuda y ya está, será como darle una dádiva a un mendigo, esa caridad que debería tapar las grietas de la justicia pero nunca servirá para cerrar los abismos de la injusticia. A los que habremos perdonado la deuda, regresarán, en no más de un puñado de años, a verse igual. Habría que esforzarse en mostrarles el camino, en lograr cambiar su mentalidad. Allí creen que si estás en el poder y no robas, eres gilipollas. El primer paso está en las escuelas, hay que culturizar a la gente, inculcarles los verdaderos valores morales para que actúen según ellos y los defiendan; conseguir que los ciudadanos sólo estén en paz consigo mismos cuando obren justamente. Pobreza cero, sí, pero el verdadero trabajo estaría en el siguiente paso; del que nadie habla.

Tuesday, February 07, 2006

Entrañable correo caracol


La civilización impone adelantos en su mayoría propicios a la mejora de la calidad de vida, pero a veces hace perder algún antiguo placer que quedará irremisiblemente enterrado por esa tremenda e implacable apisonadora llamada progreso. Muchos dirán que el e-mail es mejor, infinitamente más rápido y eficaz, pero las nuevas generaciones no llegarán a conocer nunca la felicidad de encontrar una carta en el buzón, correr sin dejar de acariciarla, y abrirla en algún apartado lugar donde poder saborear sus letras y su esencia mágica. No sentirán la alegría de tocar el papel pensando en la persona que pensó en nosotros, y se esforzó en escoger las palabras más adecuadas para transmitir su mensaje, no podrán demorarse unos segundos para aspirar su olor, ni leerla despacio para que duré más, ni acabar sintiendo en lo más profundo la maravillosa satisfacción de aquel momento. No podrán, después de haberla releído un par de veces, rápidamente, abrir un cajón y sacar un bolígrafo para escoger muy despacio las mejores palabras para su respuesta, y así invertir en la ilusión de nuevas cartas, con las que a uno siempre se le hará la vida más dulce. Aquella chica de Alicante que me contaba lo que no se atrevía a contarle a nadie más, aquella enfermera de Badajoz que recibía en mi frío buzón de Inglaterra con la mayor sensación de cariño... Ya sé que el e-mail es instantáneo y muy útil, pero no posee la magia de las cartas, a ellas se les añadía una cantidad extra de cariño, se les comunicaba el misterioso hechizo de la verdadera escritura. Ya sé que aferrarse al pasado es propio de fantasmas, pero no hay nada más triste que un buzón vacío.