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Friday, May 09, 2008

Inocencia.


En la azotea le esperaba su sitio tras la columna. Escapaba de los ojos de su madre y contemplaba a su vecina subir las escaleras, cargada con el aroma a tela lavada, aún vestida con la seda de su bata. Ya fuera, se desvestía y quedaba desnuda tendiendo como si fuera la única mujer sobre la Tierra. Las sábanas tendidas ondeaban y se pegaban a su cuerpo desnudo acoplándose a sus formas, soñaba entonces con abrazarla. Creía que ella se desnudaba sabiéndose sola. Pero una mañana, al subir a su escondite, encontró allí dulces que olían y sabían a ella.

Jesús Cuadrado