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Monday, January 23, 2017

Pizarrín Corbachus, campeón san francisqueño



           Érase una vez un pueblo llamado San Francisco cuya única vía de comunicación con el resto de la humanidad era una carreterita de unos cuatro kilómetros. Con el paso del tiempo, la naturaleza iba venciendo al asfalto palmo a palmo. Los del pueblo no eran tan conscientes de la situación por el uso diario, pero los que iban allá de año en año lo notaban asombrados. Apenas nadie se quejaba a la administración. Claro, uno tenía pendiente una licencia de obras, otro tenía a su hijo de peón en el ayuntamiento, otro nunca criticaría a los de su partido... Y las pocas quejas eran despachadas con diligencia: el ayuntamiento decía que era problema de la Junta, la Junta mandaba la pelota al gobierno, éste te decía que era cosa de Europa y Europa te mandaba a tu ayuntamiento. Pasaban los años y la carretera seguía estrechándose. Los coches ya se veían obligados a pararse antes de cruzarse. Hasta que un día se le ocurrió a uno circular inclinado con dos ruedas en el aire. La práctica se propagó. Es verdad que seguía aumentado el número de accidentes, que los talleres se enriquecían y los neumáticos duraban dos telediarios, pero también es verdad que los sanfrancisqueños adquirieron una destreza espectacular con sus bólidos. Ya, incluso se saludaban alegremente soltando una mano del volante mientras solo dos ruedas iban por el asfalto. Corría el año 2036 y Pizarrín Corbachus, natural de San Francisco, tomaría parte en una carrera de F1. Sus adelantamientos por las estrechas calles de Mónaco, su habilidad al coger las curvas más cerradas... dejaron impresionado al público. Cuando Pizarrín llegó el primero a la meta se emocionó tanto que recordó su pueblo. Levantó el coche a dos ruedas y comenzó a dar su vuelta de honor sin percatarse de que aquellos enormes neumáticos eran muy inestables para aquel equilibrio. El coche volcó y Pizarrín permaneció un rato boca abajo. Como no se movía, se temió lo peor, pero, en realidad, Pizarrín, allí acurrucado, meditaba sobre si todo aquello que le había llevado a ser campeón realmente había merecido la pena.