Nuestras historias de
hace seis mil lunas no mencionan otras regiones que los dos grandes
imperios de Liliput o Blefuscu, grandes potencias que están
empeñadas en encarnizadísima guerra desde hace treinta y seis
lunas. Empezó así: Todo el mundo reconoce que el modo primitivo de
partir huevos para comérselos era cascarlos por el extremo más
ancho; pero el abuelo de su actual Majestad, siendo niño, fue a
comer un huevo, y, partiéndolo según la vieja costumbre, le avino
cortarse un dedo. Inmediatamente el emperador, su padre, publicó un
edicto mandando a todos sus súbditos que, bajo penas severísimas,
cascasen los huevos por el extremo más estrecho. El pueblo recibió
tan enorme pesadumbre con esta ley, que nuestras historias cuentan
que han estallado seis revoluciones por ese motivo, en las cuales un
emperador perdió la vida y otro la corona. Estas conmociones civiles
fueron constantemente fomentadas por los monarcas de Blefuscu, y
cuando eran sofocadas, los desterrados huían siempre a aquel imperio
en busca de refugio. Se ha calculado que once mil personas han
preferido la muerte a cascar los huevos por el extremo más estrecho.
Se han publicado muchos cientos de grandes volúmenes sobre esta
controversia; pero los libros de los anchoextremistas han estado
prohibidos mucho tiempo, y todo el partido, incapacitado por la ley
para disfrutar empleos. Durante el curso de estos desórdenes, los
emperadores de Blefuscu se quejaron frecuentemente por medio de sus
embajadores, acusándonos de provocar un cisma en la religión por
contravenir una doctrina fundamental de nuestro gran profeta Lustrog,
contenida en el capítulo cuadragésimocuarto del Blundecral. No
obstante, esto se tiene por un mero retorcimiento del texto, porque
las palabras son: «Que todo creyente verdadero casque los huevos por
el extremo conveniente».
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