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Tuesday, February 07, 2006

Entrañable correo caracol


La civilización impone adelantos en su mayoría propicios a la mejora de la calidad de vida, pero a veces hace perder algún antiguo placer que quedará irremisiblemente enterrado por esa tremenda e implacable apisonadora llamada progreso. Muchos dirán que el e-mail es mejor, infinitamente más rápido y eficaz, pero las nuevas generaciones no llegarán a conocer nunca la felicidad de encontrar una carta en el buzón, correr sin dejar de acariciarla, y abrirla en algún apartado lugar donde poder saborear sus letras y su esencia mágica. No sentirán la alegría de tocar el papel pensando en la persona que pensó en nosotros, y se esforzó en escoger las palabras más adecuadas para transmitir su mensaje, no podrán demorarse unos segundos para aspirar su olor, ni leerla despacio para que duré más, ni acabar sintiendo en lo más profundo la maravillosa satisfacción de aquel momento. No podrán, después de haberla releído un par de veces, rápidamente, abrir un cajón y sacar un bolígrafo para escoger muy despacio las mejores palabras para su respuesta, y así invertir en la ilusión de nuevas cartas, con las que a uno siempre se le hará la vida más dulce. Aquella chica de Alicante que me contaba lo que no se atrevía a contarle a nadie más, aquella enfermera de Badajoz que recibía en mi frío buzón de Inglaterra con la mayor sensación de cariño... Ya sé que el e-mail es instantáneo y muy útil, pero no posee la magia de las cartas, a ellas se les añadía una cantidad extra de cariño, se les comunicaba el misterioso hechizo de la verdadera escritura. Ya sé que aferrarse al pasado es propio de fantasmas, pero no hay nada más triste que un buzón vacío.

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